domingo, 1 de octubre de 2023

ORIENT EXPRESS

 


Apenas hay cola en la taquilla de venta de billetes. Nos dará tiempo suficiente para tomar el próximo «Orient Express». Al toque de campana, nos abrimos paso entre la multitud. Mi hija de cuatro años se aferra a mi mano hasta que alcanzamos nuestros asientos. Rápidamente se ocupan el resto de las plazas y en breve se vuelve a oír la pertinaz campana que avisa de la inmediata salida del tren. Los viajeros miran al exterior y saludan a familiares y amigos entre adioses, fotos y agitaciones de manos.

El tren coge su velocidad de marcha y nos adentramos en el primer túnel; mi hija se aprieta a mí. Está un poco asustada por la oscuridad del túnel y el traqueteo metálico de las ruedas sobre las vías. Es su primer viaje en tren.

A la salida del túnel, delante de nosotros se produce un pequeño alboroto. Es una pelea, o eso me explica mi hija con su lengua de trapo, un poco sorprendida y otro tanto temerosa al ver, según ella, que una señora feísima está de pie, agarrada a la puerta y quiere golpear a un hombre que se está riendo. En ese momento, el pasajero le quita la escoba a la feísima bruja, se oyen aplausos y risas de niños y mayores entre una música a todo volumen. El trenecito de feria vuelve a entrar en el túnel.

Y así diecinueve veces.

 

IsidrøMorenø


sábado, 23 de septiembre de 2023

EL GOL

 



El delantero rebasó la línea de defensas y avanzaba hacia el área de portería. Inicié una veloz carrera hasta situarme junto a él y con una sutil zancadilla rodó por el césped, lo que me permitió apoderarme del balón y continuar la carrera. Luego, con una elegante vaselina, marqué un golazo.

Fue mi primer y único gol en el fútbol de competición regional. Me echaron por zancadillear a un compañero de equipo y ningún club me ha vuelto a contratar.

 

IsidrøMorenø

jueves, 13 de abril de 2023

ERROR ORIGINAL

 


Si el traje no es para mí tampoco será para ti. Y ambos cubrieron sus vergüenzas con una hoja de parra; la serpiente cambió su camisa por el traje rechazado y los tres emigraron del Edén bajo los abucheos y puntapiés divinos.

 

IsidrøMorenø

 

(Para R.E.C. Ser. Semana 10 a 17-04-23; Frase inicio: “Si el traje no es para mí”)

lunes, 23 de enero de 2023

EL DÍA DEL ECLIPSE


 


Casi a diario coincidían en el mismo ascensor del edificio de oficinas. Dos almas juntas en un diminuto espacio. Un “buenos días”, un cruce de miradas mustias y unas forzadas sonrisas en un intento de disimular esa amarga soledad que a veces une incluso a extraños.

El día del eclipse, sin rasgar el silencio, las extrañas almas del ascensor se fusionaron en un cálido y sentido abrazo de siete pisos de duración.

Tres meses después de aquel día, se siguen viendo en el hall del edificio, esperan para poder subir solos, se adentran, se cierran las puertas, se abren los corazones, no hay beso, no hay sexo, solo el desgarrador deseo de abrazar y ser abrazado hasta la planta veintidós.

Hace unos días, ambos han interrumpìdo su medicación de ansiolíticos por depresión y abatimiento y, aunque no creen en la magia del eclipse, ahora perciben que sus ojos parecen más grandes. Incluso brillan.

 

IsidrøMorenø 

sábado, 26 de noviembre de 2022

A QUIEN PROCEDA

 


Viendo que mi hacienda ya no la veía porque se me había esfumado –y no me apetece recordar cómo–, asentar la testa quise, cuestión esta en la que me insistía mi madre a la que hace unos años perdí y con ella mi raciocinio también.

Necesitaba organizar mis horarios, comidas, bebidas, amigos y ocupaciones, aunque para ello debería trazarme nuevos horarios, procurarme alimentos, quitarme bebidas, cambiar amistades y encontrar fructífera ocupación.

Por los avatares de aquella mi atolondrada vida, tuve por tanto que rehusar a placeres, que no eran muchos ni tampoco pocos. Confieso que uno de los más mortificantes gestos a los que debí doblegarme fue la adaptación de mi hermoso velero que, a fuerza de su inmovilidad en la dársena del puerto, comenzaba a malograrse en su estructura. Entre las muchas cábalas para mi actividad futura que tan imprecisa se me hacía como oscura, concluí que el único tesoro que poseía era mi barco. Busqué, pregunté y me informé en las atarazanas acerca de los diferentes servicios que un navío podría prestar, o cuáles actividades eran las más demandadas, percatándome de que, si bien no eran pocas las posibilidades de negocio, sí que múltiples dificultades burocráticas y económicas se me presentaban, de tal forma que, en mi desesperada espera y al borde del hastío, me dispuse a redactar sobre papel un inventario de menesteres. Por primer punto la falta de dineros escribí, y así pues mi lista ya no seguí, porque ante ese grande obstáculo, redactar los posteriores sólo sería malgastar tinta y tiempo.

Quiso la suerte, no sé si buena o mala, que en uno de mis deambulantes garbeos por las callejuelas de Algeciras, mi ciudad de acogida, conociese a dos andrajosos buscavidas con los que compartí borrachera y conversación secreta. Para no alargarme en detalles que ya no recuerdo ni deseo recordar, he de decir que pronto me uní a ambos granujas y tras salir victoriosos de una pelea navajera y del robo de una bolsa de caudales a un asustado noble, conseguimos los maravedíes necesarios para adquirir, de segunda o sexta mano, ciertos enseres oportunos y restaurar mi barco para hacerlo a la mar. A la semana de conocernos mis dos nuevos socios y yo, tras la noche de borrachera y los días de apresuradas compras gastándonos el botín robado, decidí que deberíamos abandonar pronto aquella tierra firme, pues fui conocedor de las pesquisas que la justicia realizaba mientras nos pisaba los talones.

La joya de la corona serían los veinte cañones adquiridos en un desguace naval y que acoplamos a babor y a estribor para intimidar primero y, si remedio no tuviere, disparar después. Yo mismo mi velero rebauticé y su nombre con pintura negra grabé: «Temido».

De forma apresurada zarpamos. Con Algeciras a popa y proa a Estambul, tomamos por nueva patria la mar y con cegador sol de madrugada, el Temido surcaba el Mediterráneo donde pronto sería conocido por su bravura y a mí como capitán pirata, ante quien cien naciones rendirían sus pendones.

Como final de esta carta deseo hacer constar  que cuando la muerte venga a buscarme, abandonad al pairo mi navío para que las tormentas, bonanzas y levantes lo despiecen a su amor hasta que, en un rojo atardecer, sea sólo un recuerdo o, mejor, unos versos y estrofas que aprendan los niños y canten los románticos.

Y para mí, duelo no deseo, tan sólo descansar a la sombra de algún pino, porque de las vistas ya comprobé que el horizonte es curvado para no dejarnos del todo ver, manteniendo así el misterio y la curiosidad de cómo será el lugar que habrá más allá.

      

          

Fdo.: Capitán Pirata.

 Año de 1730

 

      * * *

 

Esa carta firmada por el Capitán Pirata, fue encontrada un siglo después en el puerto de Almería entre viejos cartapacios y legajos de documentación y contabilidad portuaria. Se conservaba dentro de un enmohecido sobre dirigido: “A quien proceda”; pero que con las señas muy roídas por los ratones y apenas legibles, sólo se podía distinguir confusamente, “proceda”, término que alguna mente sagaz asoció con el ilustre escritor y, por aquel tiempo, aspirante a diputado de dicha provincia, D. José de Espronceda a quien se le hizo llegar la carta por si fuese de interés en su condición de autoridad política y prestigioso escritor.

No se supo más del paradero de aquella epístola hasta que a mediados del siglo XX, se cuenta que en una pequeña cala de la Costa Brava, un adolescente al que llamaban Juanito encontró una botella varada entre unas cañas. La botella no contenía otra cosa que la anacrónica y romántica carta del Pirata.

* * *

A principios del siglo XXI, una joven estudiante de Historia que estructuraba su tesis doctoral sobre la piratería en Europa del siglo XVIII, encontró alusiones y referencias de aquel pirata de Algeciras, de su bajel, de sus hazañas y de su carta testamento. Después de arduos meses de búsqueda de información, echando horas con teorías imaginativas y reconstruyendo historias de final a principio, la joven estudiante de Historia encontró la relación entre la carta del capitán del «Temido» y la conocida «Canción del pirata» de Espronceda, pues de forma explícita —afirma la estudiante—, la idea, el texto y los términos de aquella carta son, indudablemente, la inspiración literal de tan famosos versos de la literatura romántica.

De similar manera confirmó sus sospechas del origen de otra famosa canción, cuyos versos también parecen compuestos con términos arrancados de la carta del Capitán Pirata del XVIII. El joven Juanito que —dicen— encontró la botella mensajera, no era otro que el cantautor D. Juan Manuel Serrat, quien compuso quizá la más bella canción española del siglo XX, a la que con gloria y acierto tituló: Mediterráneo.

* * *

 

—Aclaro, señores catedráticos, que la citada estudiante de Historia soy yo misma, servidora y alumna de ustedes, y que con esto creo dejar resumido el interés que me llevó a indagar sobre el Pirata de Algeciras que además de esta carta, origen de dos prestigiosas obras para la literatura y la música españolas, me permitió encontrar relevante información acerca de la piratería y comercio por el Mediterráneo en el siglo XVIII.

Los catedráticos, boquiabiertos, seguían sentados en su estrado ante la alumna. Sin aún mediar palabra, se miraron, y tan sólo el más anciano se atrevió a decir:

—¡Es una historia increíble!  —A continuación dio una pausada y raquítica ovación de solo tres palmadas.

—Sí, señores, completamente INCREÍBLE. —Recalcó la joven estudiante.

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IsidrøMorenø


* Relato ganador del "IX Certamen de narrativa corta VILLA DE SOCUÉLLAMOS. (Nov.2022)

viernes, 18 de noviembre de 2022

JUEGOS DE ADULTOS



El sol salió como todos los días y el jardín lucía todo su esplendor de reciente primavera.
Esa paz, apreciada tras el gran ventanal, resultaba ajena a aquellos tres hombres que elucubraban absortos ante un mapa de Europa desplegado en la mesa. Sobre el papel marcaban nuevas fronteras, sesgaban países a golpe de regla y rotulador, borraban viejas fronteras, movían de acá para allá sus camiones de plástico, los tanques de cartón y muchos soldaditos de plomo.
Aunque sus teorías imperialistas y teatrales poses grandilocuentes parecían bromas, ningún guiño mostraba un ápice de humor sino más bien de disimulada locura.
Se sentían dueños del mundo, poseedores de la verdad y redactores del derecho universal. Discutían sobre la forma de optimizar el armamento y sobre daños colaterales por guerra nuclear. Del precio de las vidas humanas no hablaban.
Al abrirse la puerta de la sala, los tres hombrecillos, en una ensayada maniobra para evitar sospechas, cubrieron la mesa con el tapete verde del juego de cartas sobre el que esparcieron unos naipes y, con caras de póker, se dispusieron a tomar las pastillas que con rigor diario les hacían tomar los fornidos enfermeros del psiquiátrico.

 

IsidrøMorenø


viernes, 28 de mayo de 2021

A GRANDES MALES

 


El culto a los muertos provocó que los vivos tuvieran que abandonar el planeta. La superficie había quedado estéril y cubierta por hermosas y antiquísimas tumbas.

El Pequeño Príncipe, líder organizador del éxodo a otros mundos, había encontrado un nuevo y pequeño satélite para su pueblo errante, pero aún no sabía cómo exponerles la solución para los futuros difuntos. Su religión les prohibía quemar los cuerpos por ser templo del alma. Sin embargo, de la antropofagia no se decía nada.

 

IsidroMoreno  

(Relato finalista en concurso "Letras y más letras", por "El Muro del escritor". Publicado en antología «Creencias» -Mayo-2021-)