Las cuarenta habitaban
juntas, sus esbeltos cuerpos y cabezas permanecían en continuo roce debido a
que el habitáculo estaba diseñado para simplemente albergarlas, custodiarlas,
cabeza con cabeza, rígidas, sin lujos ni miramientos…
En tan oscuro y enjuto recinto,
la inquietud crecía con el paso de las
horas, pues, se observaba que de cuando en cuando, el techo de aquella celda se deslizaba hacia atrás y la
estancia se iluminaba.
La situación prometía
momentos felices si no fuera porque además de entrar la luz y nuevos aires,
también eran invadidas por dos extraños seres que atrapaban y sacaban a una de ellas. Aquella compañera ya no regresaría…
Ya sólo eran cuatro prisioneras
y crecía el temor por el destino incierto y sin retorno que ese cielo corredizo les anunciaba.
De forma implacable y tras
una fuerte sacudida, el techo se abrió nuevamente y dos vigorosos dedos
entraron en la caja de cerillas atrapando
una de las cuatro que aún restaban.
Fuerte rasque de la cabeza
con la rugosa superficie de la caja…. ¡cabeza en llamas!... ¡fuego
abundante!... ¡Es el fin!...
Sí, era el fin, pero la
asustada cerilla, con su cuerpo en llamas y ante la punta de un cigarro,
recuperó su dignidad, ofreciéndose a
realizar la efímera misión a la que se le había destinado y que acabada de conocer. Era su fin y su
final.
Rápidamente el cigarro, observando
a la cerilla en llamas y muy compungido,
comprendió que sus vidas eran paralelas y parecidas. Su incineración
había comenzado… ahora su fin era inexorable.
IsidroMoreno
(Obra ganadora del XI Concurso de Relatos Cortos “Luis del Val” 2014)
(Publicado en: Relatos para Sallent. XI y XII Concurso de Relatos Cortos para leer en tres minutos "Luis del Val")
(Obra ganadora del XI Concurso de Relatos Cortos “Luis del Val” 2014)
(Publicado en: Relatos para Sallent. XI y XII Concurso de Relatos Cortos para leer en tres minutos "Luis del Val")
Si, son ambas profesiones muy monocordes y efímeras.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Un abrazo.