jueves, 26 de abril de 2018

VIAJAR ES UN PLACER


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Contagiado por la algarabía, Bruno daba volantazos mientras todos desafinaban una canción a grito pelado.
Al anochecer finalizaron su viaje, pues el coche, además de no tener cristales ni ruedas, tampoco tenía faros. Así celebraba la pandilla el décimo cumpleaños de Bruno
Mañana elegirían un precioso autobús del mismo desguace.

IsidroMoreno


(Publicado en pág. concuros de microrrelatos "Cincuenta Palabras".  Enero-2018)

miércoles, 25 de abril de 2018

EL PESO DE LA CONCIENCIA


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Una pequeña multitud aguardaba en la tranquila plazoleta que, aunque desconocidos entre sí, pronto descubrieron que su causa era la misma; sin embargo, también desconocían a la persona que les había convocado, ni que esta, les observaba desde uno de los balcones de un quinto piso.
* * *
Su tendencia enfermiza al hurto, su pasión fetichista por los libros y su afán por la lectura hicieron que, aquella funcionaria, tuviese que dedicar por completo una de las estancias de su vivienda para albergar los volúmenes que venía sustrayendo del almacén de paquetería en la oficina del Servicio Nacional de Postas donde trabajaba.
Orgullosa contemplaba su vasta y heterogénea colección de libros y todo ello sin levantar sospechas ante las profusas reclamaciones. Ella, casualmente, era la encargada de recibir y gestionar los requerimientos, reclamaciones e incidencias.  
Pasado un tiempo, su biblioteca apenas podía abrirse por los muchos libros que abandonaron su estante y se agolpaban, desordenados y despanzurrados, junto a la puerta.
En toda la casa se oían innumerables voces recitando, literalmente, decenas de textos procedentes de la clandestina biblioteca o, quizás, de su conciencia culpable. Así, Hamlet recitaba un dubitativo monólogo sobre su existencia; Sancho, el escudero, daba consejos a su señor; se oían los sentimientos de amor de Anna Karenina hacia el oficial Vronski en la fría Rusia; en la granja de Mr. Jones, los cerdos arengaban a otros animales para una rebelión…
Era peor cuando para olvidar o aplacar su conciencia, bebía o tomaba ciertos medicamentos, pues entonces Hamlet podría declararse al oficial Vronski, o bien Anna Karenina aconsejaba a D. Alonso Quijano o Mr. Jones arengaba a Sancho o quién sabe qué otras voces interiores martilleaban los sesos de la funcionaria.
Deseando acabar con esa situación antes de que la situación acabase con su cordura, tomó la decisión de devolver los libros robados.
Sería fácil conocer los receptores estafados, pues conservaba el registro de los paquetes que nunca llegaron a su destino, pero lo que no controlaba era el contenido de los mismos, es decir, desconocía qué y cuántos libros correspondían a cada destinatario. Aun así, consideró que sería preferible repartirlos, cuales fuesen, entre los receptores.
Pasados unos días tras el envío masivo de los volúmenes, comenzaron a llegar nuevas quejas de los receptores, pues indicaban que desconocían procedencia y motivo o que no era el libro que un día se perdió.
Tan numerosas fueron las consultas y reclamaciones, que se vio obligada a realizar horas extras y clandestinas para evitar más sospechas en el trabajo.
Ofreciendo una pequeña recompensa por el error además de las mil disculpas, decidió convocar a todos en una conocida y recoleta plaza de la ciudad, casualmente la misma plazoleta que se divisaba desde el balcón de su vivienda.
A pesar de haber vaciado la habitación destinada a biblioteca, comprobó con desesperación, que las voces aún recitaban machaconamente decenas de textos literarios, confusos la mayoría, recriminantes a menudo y quizá conocedores de su conducta, pero que le atormentaban su cabeza hasta límites cercanos a la locura.
Llegado el día previsto de la cita con los destinatarios, asomada al balcón observaba a una inusual multitud que la esperaba. Anotó en su diario lo que las incesantes voces de su interior continuamente le dictaban.
Fiel al dictado, se arrojó al vacío desde el balcón.
* * *
La pequeña multitud que aguardaba en la tranquila plazoleta, se vio alarmada por la caída del cuerpo de una joven desde uno de los balcones. La policía les hizo desalojar la plaza. Días más tarde, un periódico local publicaba la extraña historia y suicidio de una ladrona de libros.  


IsidroMoreno

(Relato publicado en revista digital «El Callejón de las Once Esquinas» Mayo-2018)