domingo, 20 de mayo de 2018

A OTRO PERRO CON ESE CUENTO


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La abuela, el leñador, el guardabosques y Caperucita le tendieron una emboscada.

El lobo, que sabía de antemano la intención provocadora y de deshonra hacia él, prefirió eludir enfrentamientos y evitar una cacareada masacre.
Harto de ser siempre el malo de la historia y tragándose su orgullo, escapó del cuento.
* * *
Se dice que, en algún lugar, ante el asombro de un adulto leyendo el relato, en la cara de algún niño se dibuja una sonrisa por la decisión del lobo.  


IsidroMoreno


* Relato seleccionado y publicado por Ed. Mundo Escritura, en antología «HISTORIAS». Mayo-2018
* Relato publicado en 5.ª antología de 50 Palabras, «BAILEMOS PALABRAS» diciembre-2018

jueves, 17 de mayo de 2018

INICIATIVA INFANTIL


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El niño seguía sin comprender que, cada año, se maltratara y crucificara a ese hombre ante la pasividad de la gente.

Cuando ante el muchacho desfilaba la “Oración en el huerto”, bajo un olor a incienso y en el mutismo procesional, gritó:
—¡Escápate, Jesús! ¡Por favor, no te dejes apresar!

IsidroMoreno


(Relato seleccionado en III Concurso Literario "Letras y más letras" (Mundo del Escritor). Publicado en antología: "Cascada de Letras" Mayo-2018)

domingo, 13 de mayo de 2018

AUTOPSIA




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Con rabia contenida esperaba ese momento. Por fin, lo tenía en la pantalla. Su pose era desafiante. Con rápido movimiento de muñeca, dirigí la flecha del cursor a su corazón en tanto que desde mi garganta, surgía un desesperado y colérico grito.
Vi cómo se desplomaba y deslizaba por la pantalla del ordenador. Asombrado, lo observé inerte sobre la mesa.
Era evidente que el cursor no se había clavado, pero el mosquito cabrón yacía patas arriba. Sólo mi rabioso grito podía ser el arma letal.

Demostré que un infarto fue la causa de la muerte. Desde entonces practico la micronanocirugía.

IsidroMoreno


(Relato finalista en concurso "Wonderland" Radio 4 de RNE. 12-mayo-2018)

sábado, 5 de mayo de 2018

CONVERSACIÓN CON CERVANTES

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CONVERSACIÓN CON CERVANTES
(DE MI VIAJE, LA VISITA A DON MIGUEL Y CUANTO EN SECRETO ME NARRÓ)


Nuevamente excuso explicarles cómo conseguí viajar en el tiempo, pues me debo al secreto profesional de unos amigos y temor padezco por si el secreto fuese revelado, ya que no podría volverlo a utilizar y quizás, duras penas legales habría de sufrir.
Me vi en el año de 1614 y tras algunos intentos fallidos, conseguí captar la atención del mismísimo D. Miguel de Cervantes Saavedra que, a pesar de la fama de su Quijote, seguía manteniendo una existencia humilde, casi precaria. Era en una taberna de Valladolid y con gran desconfianza por su parte y unas cuantas jarras de vino, al diálogo se avino.
—Joven, ¿Cuál es vuestra gracia?
—Diego Malacalza —improvisadamente respondí suponiendo que deseaba conocer mi nombre, aunque pseudónimo le enuncié.
—¿De dónde procedéis que tan extraños hábitos exhibís?
Le di largas a su comprometedora pregunta y tras unas notas de humor y una nueva jarra de vino peleón, le hablé de mi admiración por sus letras y en especial a su obra «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha», quedando muy sorprendido al sugerirle que debería publicar pronto una segunda parte. Tanta sorpresa llevose, que su desconfianza creció por momentos quizás considerando que yo sería un espía pagado por alguno de sus tantos enemigos que —como él me dijo—,  con envidias y malas artes, le rondaban.
También pude deducir que sus relaciones con el gremio literario, no eran del todo satisfactorias y que Dios me perdone, pero creo que atisbé un rescoldo de odios y celos, ya que era extraño el desdén que mostrar quería al hablar de Lope de Vega, Quevedo o incluso Góngora.
—Don Miguel, ¿por qué eligió a dos personajes tan dispares como Sancho y Quijote?, pues entiendo que la elección fuese entre dos seres antagónicos, pero en su caso, me parece que además de antagónicos son completamente  asimétricos.
—Apreciado Diego, en género novelesco siempre quise narrar y dejar a la intemperie las grandezas e infortunios del género humano que, actualmente, yo diría que en gran crisis se encuentra, aunque quizá vuestra merced esté de acuerdo conmigo, que eso de las crisis parece inherente a nuestro alocado y mísero existir a juzgar por nuestra historia. Ante tal reto —continuó don Miguel hablando— hube de buscar la forma, o sea, los personajes que no incomodasen al lector y que éste, como conciencia popular, se encontrase superior, en mayor rango o mirando por encima del hombro aun en plena muestra o insinuación de las miserias y honores de los hombres y mujeres actuales.
—De esta forma —prosiguió D. Miguel—, surgieron de mi mente dos seres que no ofenderían la moralidad: ¡Un paleto y un loco! A ambos se les permiten cualquiera clase de pensamientos con incluso, buen grado de condescendencia y humor, pues hasta reírnos de ellos se puede sin temor a represalia.
Deliberadamente quiso don Miguel dejar de hablar de su obra, ya que apenas me refirió unas palabras sobre sus tribulaciones habidas con un tal Avellaneda.
Comprobé que ambos estábamos esforzándonos sobremanera en pronunciar correctamente las palabras de nuestro ameno diálogo. Sabíamos que el trabalenguas   era fruto del vino ingerido que ya comenzaba a hacer mella, aunque quisiéramos disimularlo.
Su rostro cambió de gesto, así como la historia que él mismo iniciaba y que en verdad comenzó a interesarme, pues resumiendo y omitiendo detalles que lamentablemente mi memoria no quiere recordar, el ilustre Cervantes me contaba así:
—No hace muchos meses, un mercader portugués, llegó a estas tierras castellanas preguntando con insistencia por mi paradero, no siendo difícil localizarme, ya que refiriéndose a tan exitoso autor,  obtuvo certera y rápida respuesta —adujo el célebre escritor con evidente tono de falsa modestia.
—Tras una primera entrevista —continuó narrando don Miguel— consiguió convencerme para una segunda cita en la que me ofrecería una importante posibilidad de negocio del cual no me podía hablar mucho más en ese momento, por cuestiones de seguridad.
—¿Y vuestra merced tuvo a bien acceder a la convocatoria? —le dije mientras me mordía el labio para evitar la risa que me producía el forzar mi lenguaje al del siglo XVII.
—No tengáis vos tanta premura por conocer la historia que narro —dijo don Miguel— pues el gaznate se me seca y los recuerdos se me emborronan, no sé si por lo bebido o por lo no comido.
Acto seguido, a golpe de palmada, llamé al tabernero para que trajese unos buenos cortes de queso para llenar nuestras tripas y que ayudaran a digerir el tan peleón vino  que estragos nos empezaba a hacer.
—El lugar previsto para la reunión —continuó narrando— era una vieja y solitaria posada en el páramo castellano y a mitad de camino entre dos aldeas que recordar no puedo.
—Llegado el día, viajando a lomos de mi caballo y tras largas horas de entretenidas conjeturas, arribé al viejo caserío y que al ver su aspecto y mugrientas dependencias me dije: «El camino es siempre mejor que la posada», mas debí pensarlo en voz alta, pues el posadero mirome con gesto no muy amistoso.
—En la estancia grande de la casa, austera, parca en muebles y junto a una chimenea sin fuego, dos hombres me esperaban; reconocí al mercader luso que muy amablemente me obsequiaba una bienvenida con múltiples aspavientos y me presentó al otro personaje como su amigo, al que hablaba en lengua inglesa y que me dijo se llamaba Guillermo. Éste era de noble aspecto y un tanto distinguido quizás por su proporcionada complexión, aunque de rostro completamente ovalado y de frente inmensa, ya que sus largos cabellos surgían y cubrían la mitad trasera de su cráneo.  Bigote y perilla de tonos rojizos, adornaban el exótico rostro.
—Rápidamente comprobé —prosiguió don Miguel— que el conocimiento de la lengua inglesa del mercader portugués, era muy deficiente, así como del castellano, pues de no ser por la semejanza de éste y mis conocimientos del gallego e italiano, difícilmente le hubiese entendido palabreja alguna.
—A modo de charlatán de ferias, tras un breve discurso de presentación de su oferta y con más duda que confianza por mi parte y la del inglés, sacó de un zurrón lo que nos dijo era un manuscrito proveniente de Grecia, en el que se recogían casi una docena de inéditas tragedias griegas cuya traducción del griego,  copia y leve adaptación, nos aportarían suculentos éxitos literarios y beneficios económicos. 
It isn´t Mr. Shakespeare?  —pronunció el intrigante mercader.
—¿Cómo dice vuestra merced? —pregunté yo muy extrañado.
—Sí amigo Diego, en ese momento —dijo don Miguel— comprendí aquella reunión y reconocí al famoso autor teatral inglés del que hacía apenas un año, me habían llegado traducciones de algunas de sus obras. ¡Era el mismísimo William Shakespeare!
—En las confusas conversaciones y traducciones a tres bandas —prosiguió don Miguel— deduje que Guillermo, o mejor, William sí que era sabedor de mi nombre  y también de mi obra Don Quijote de la Mancha, pues según el traductor —aunque nada fiable— me había dedicado unas palabras de elogio ante tan magna y exitosa obra literaria.
—Finalmente, tanto William como yo comprendimos que el portugués pretendía vender al mejor postor aquel mamotreto de roídos papeles manuscritos con signos griegos, ofreciéndonos todo tipo de garantías y juramentos sobre el carácter inédito y auténtico de las tragedias que allí dormitaban deseando que alguien las pusiera en boca de buenos actores de corrala teatral.
—Evito contarte, amigo Diego, las múltiples trabas que supuso el desconocimiento de un idioma común, pero finalmente llegamos a la conclusión, tanto William como yo, que nuestro honor y nuestra ética literaria nos invitaban a rechazar la idea de plagiar a otros autores por muy clásicos que fueran.
—Dado que nuestra reacción no fue del agrado del mercader, ambos intentamos relajar la situación y entre otras conversaciones, que como intérprete nos tradujo, fue que «ninguno de los dos escritores sobreviviría al otro».
—Esta sentencia en forma de acuerdo nos provocó a los presentes unas sonoras carcajadas que incitaron, como amistoso broche de la jornada, al último brindis antes de retirarnos a nuestros aposentos, pues ya sufríamos el cansancio del viaje, de las traducciones y del vino.

Ya creo que no me queda nada más interesante por narrar a cerca de mi viaje y  cita con D. Miguel de Cervantes, pero reconozco la gran sorpresa que me traje a nuestro tiempo al conocer el secreto acuerdo de Guillermo y Miguel, pues cierto fue que Cervantes y Shakespeare murieron en la misma fecha.

Fdo.: Diego Malacalza
IsidroMoreno


(Relato ganador del «Concurso literario Quijote 2018»  por la UNIVERSIDAD de ORIENTE de Cuba. Abril-2018)

jueves, 3 de mayo de 2018

JUICIO SUMARÍSIMO

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—Juro y perjuro que vi caer dos carabelas con su tripulación al oscuro abismo tras el borde fronterizo del mar. Incluso, yo mismo, señoría, asomado peligrosamente al averno, fui rescatado por un ave Fénix que volaba por allí.
El reo Galileo, ni con estas contundentes sandeces pudo evitar la hoguera.



IsidroMoreno

* Relato finalista en Concurso mensual “50 Palabras”. Abril-2018
* Publicado en 5.ª antología 50 palabras «BAILEMOS PALABRAS». Noviembre 2018