domingo, 10 de septiembre de 2017

FAMILIA CIRCENSE


Resultado de imagen de imagenes de carpas de circo para colorear


En el árido solar, a las afueras de la ciudad e indiferentes a las inclemencias, el heterogéneo grupo de personas se afanaban en variopintas tareas y entrenamientos.  
La curiosidad de los vecinos creó la expectación y descubrieron que se trataba de un circo o, más bien, los restos del naufragio de una gran familia circense.
El desmembrado grupo o «La familia», como preferían denominarse, sufría desde hacía años, el yugo de una crisis que al principio consideraron pasajera. Ya no se presentaban con pomposos y ruidosos desfiles, ni megafonía, ni carteles coloridos. La grandiosa carpa rayada, coronada con orgullosa bandera, se había transformado en parcheadas tiendas de campaña de diversas formas y colores.
Además, un estúpido accidente dejó maltrechos a sendos trapecistas, pues el padre aún arrastra la pierna izquierda y el hijo quedó tullido y con graves secuelas neuronales.
El león, querido por todos, sólo rugía cuando se le abría la puerta de su jaula y se le invitaba a salir. Dentro de ella, se le veía feliz.
Agustín, uno de los dos payasos, quedó mudo tras una traqueotomía. Clown sufre depresión aguda que le provoca tristeza y, a veces, un llanto que dibuja un lastimoso surco de lágrimas, en su cara enharinada.  
El domador, al no tener fieras que amaestrar, se hizo ayudante del mago, con tan mala fortuna que en uno de los trucos de escapismo, el domador no volvió a aparecer por el campamento. Ni por ningún otro sitio.
La misma suerte tuvo la caja de caudales que también era custodiada por el mago y que, frecuentemente, la utilizaba como conejillo de indias en sus trucos de ocultismo. Adujo que se trataba de una mala praxis y que no volvería a suceder. La familia le perdonó su falta, pues a fin de cuentas, en la caja de caudales había poco de éstos y más documentos de pagos pendientes.
El increíble Sansón —cuyo nombre real casi nadie recordaba—, como número estelar, arrastraba coches con su larga cabellera rubia. Ahora estaba calvo, pero también hacía de taquillero y chef de cocina, siendo muy útil y querido por esto último.
El «hombre bala» había engordado y apenas cabía por el tubo del cañón, pero a menudo se le veía aprendiendo malabares con el bastón de Rosi la majorette que, en el verano pasado, se enamoró de un apuesto churrero de feria, con el que se fugó y jamás se supo de su suerte.
Actualmente la familia circense mantiene su dignidad y su nómada existencia, sobreviviendo gracias a las monedas que, al final de las modestas actuaciones, Sansón recauda en su boina, así como otros donativos de alimentos y ropas usadas que las gentes les otorgan, más por la simpatía y ternura derrochada que por la calidad de su espectáculo.

Desde que comenzara la crisis del sector —ya hace más de una década—, la familia, agradecida por tanta generosidad, a diario promete a su público que volverán a esa población cuando consigan el esplendor y grandeza de antaño. 

IsidroMoreno

(Relato Publicado en revista "El Callejón de las Once Esquinas". Septiembre-2017)