En
mi estudio, sin su escudriñadora expresión, quería pintarla, copiar la
intrigante hermosura que Leonardo, egoístamente, había reflejado en el lienzo.
No
podía ubicarla en el sfumato del
paisaje. El solemne contorno de su figura tampoco me descifraba su voluntad. Su
mirada sugería no sé si amor o burla
hacia mí. La sonrisa me parecía un enigma, porque sus labios parecían haberme
hablado y quererme hablar, pero ¿qué me reprocharían o a qué me invitarían?
-No
pintaré su boca y con ello, ni su sonrisa ni su palabra. Obviaré su mirada quizás traicionera. No quiero perfilar su silueta, pues su arrogancia podría
humillarme y tampoco trazaré un fondo de paisaje que ubicarla jamás lograría.
Solo
y ante el blanco lienzo, únicamente me consolaba, imbuirme del espíritu de
Leonardo frente a la limpia tabla, anclándome en los segundos previos a fijar
su primera pincelada; antes de esbozar cualquier singular belleza o enigmática
expresión.
Y
así, orgulloso, conservo mi obra: un lienzo blanco encuadrado en robusto
marco.
IsidroMoreno
(-Obra seleccionada y publicada en antología del "IV Concurso Internacional de Micro/Cuentos" -Ediciones de Letras- Octubre-2016)
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