Al abrir mi buzón comprobé que el olor provenía de ahí mismo. Extraje un mugriento sobre acolchado en el que apenas se adivinaba sólo el nombre del remitente: David. Al momento recordé que podría tratarse del libro titulado “Relatos vivos. Vivos relatos” que hacía meses, el propio autor, había prometido enviármelo por correo postal.
Una vez en casa, rasgué el sobre y encontré algo difícil de narrar, pues las páginas se vertían fuera de las pastas como si fuesen de queso fundido; las letras se agolpaban en los bordes y otras parecían querer sortear la suerte aferrándose a las mayúsculas de mayor tamaño. Las tapas rígidas, estaban carcomidas o como mordisqueadas por algún roedor, esculpiendo en el cartón, múltiples agujeritos y canales que albergaban animosa vida entre larvas y pequeños gusanos. El hedor ya inundaba la estancia.
Intenté abrirlo entre las páginas más sólidas o menos afectadas, comprobando que en unas ilustraciones había surgido el moho en paredes y la vegetación enmarañada entraba por puertas y ventanas; los niños ya eran adultos con barba y los viejos no eran más que un montón de huesos…
No quise o no pude indagar más y metiéndolo, con asco, en una bolsa, lo arrojé a la basura.
Afortunadamente, meses atrás había comprado y leído dicha obra, cuyo ejemplar ocupa un lugar en mi biblioteca y acabo de comprobar que se encuentra en perfecto estado y sólo huele a papel y a libro.
IsidroMoreno
(Obra seleccionada y publicada por Letras con Arte en antología “Musas de Verano”. Octubre-2016. Texto
de 300 palabras)
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