domingo, 3 de junio de 2018

MANIFESTACIÓN LINGÜÍSTICA


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El tumulto ante la RAE era mayúsculo. Los antidisturbios pretendían acordonar la zona y separar a los grupos de manifestantes que allí se congregaban y cuyas causas y reivindicaciones eran desconocidas por los policías y por el resto de viandantes.
De una parte se observaban pancartas con las siglas «P.E.L.E.A.L.» (Plataforma Española de Lingüistas, Escritores y Aficionados a la Literatura), enarboladas por un variopinto público con mensajes de demandas que apenas pude leer, pues a su vez, dichas pancartas servían como armas arrojadizas o de contundente golpeo a todo elemento cercano.
De otra parte, centenares de signos ortográficos, como guardia pretoriana, defendían las puertas de tan insigne edificio. Allí se congregaban luchando a «brazo partido» cientos de comillas, corchetes, interrogaciones y admiraciones tanto de principio como de final, calderones, antilambdas, virgulillas de eñes, asteriscos, apóstrofos solidarios, diéresis, tildes cabreadas, barras, flechas, puntos suspensivos… creo que toda la representación de los signos de puntuación, diacríticos y auxiliares, que volaban y giraban en el aire con incursiones asesinas sobre cualquier cosa que se moviese.
Yo había sido invitado a una conferencia de “gramática anglo española”, pero sin noticias de posibles disturbios, aunque pronto me encontré inmerso en un cuarto grupo contendiente, compuesto por despistados británicos, escritores microrrelatistas y otros antiguos compañeros de facultad asistentes —supongo— a la conferencia y a los que apenas pude saludar, pues, en aquel tumulto a cuatro bandas era difícil hasta pensar.
Recibí un golpe en la cabeza con una pancarta que decía: «NO A LA REFORMA ORTOGRÁFICA de 2010». No sé si vi las estrellas o eran asteriscos voladores, pero también observé cómo una tilde cabreada atacaba a un policía solo que, de inmediato, lo convirtió en un adverbio (sólo), pero con mente.
Frente a mi grupo de supuestos británicos —yo soy toledano, que conste—, una decena de eñes nos reprobaban el ostracismo que sufrían en el lenguaje internacional e informático. Otras tantas admiraciones e interrogaciones de inicio nos abucheaban y nos recriminaban su deseo de continuidad laboral en el idioma español, pues cierto es que se rumoreaba sobre la propuesta para eliminar el uso de esos signos de inicio.
Dos parejas formadas por «CH» y «LL», cogidas en cariñosa actitud, las vi escabullirse entre la muchedumbre abandonando una pancarta en la que se leía: «¡NO DISCRIMINACIÓN A LOS DÍGRAFOS! (También somos letras)»
Ya no recuerdo más de aquella manifestación, pues una virgulilla se me introdujo en un ojo y, casi a la par, una picuda antilambda, se me clavó entre ceja y ceja, pero lo peor fue cuando vi caer sobre mí un enorme paréntesis, que hizo lo propio en mi percepción de la realidad hasta este momento en que, tumbado en una cama de hospital, intento averiguar las tribulaciones y demandas de aquellos elementos que formaban el tumulto ante la RAE.

IsidroMoreno

(Publicado en revista "Dletras" por Asociación de escritores El Común de la Mancha -Mayo-2017-)

1 comentario:

  1. Cuando el desorden y la violencia llega a las palabras todo está, irremediablemente, perdido...

    Saludos,

    J.

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