El
tumulto ante la RAE era mayúsculo. Los antidisturbios
pretendían acordonar la zona y separar a los grupos de manifestantes que allí
se congregaban y cuyas causas y reivindicaciones eran desconocidas por los
policías y por el resto de viandantes.
De una
parte se observaban pancartas con las siglas «P.E.L.E.A.L.» (Plataforma Española
de Lingüistas, Escritores y Aficionados a la Literatura), enarboladas por un
variopinto público con mensajes de demandas que apenas pude leer, pues a su
vez, dichas pancartas servían como armas arrojadizas o de contundente golpeo a
todo elemento cercano.
De otra
parte, centenares de signos ortográficos, como guardia pretoriana, defendían
las puertas de tan insigne edificio. Allí se congregaban luchando a «brazo
partido» cientos de comillas, corchetes, interrogaciones y admiraciones tanto
de principio como de final, calderones, antilambdas, virgulillas de eñes,
asteriscos, apóstrofos solidarios, diéresis, tildes cabreadas, barras, flechas,
puntos suspensivos… creo que toda la representación de los signos de
puntuación, diacríticos y auxiliares, que volaban y giraban en el aire con
incursiones asesinas sobre cualquier cosa que se moviese.
Yo
había sido invitado a una conferencia de “gramática anglo española”, pero sin
noticias de posibles disturbios, aunque pronto me encontré inmerso en un cuarto
grupo contendiente, compuesto por despistados británicos, escritores
microrrelatistas y otros antiguos compañeros de facultad asistentes —supongo— a
la conferencia y a los que apenas pude saludar, pues, en aquel tumulto a cuatro
bandas era difícil hasta pensar.
Recibí
un golpe en la cabeza con una pancarta que decía: «NO A LA REFORMA ORTOGRÁFICA de
2010». No sé si vi las estrellas o eran asteriscos voladores, pero
también observé cómo una tilde cabreada
atacaba a un policía solo que, de
inmediato, lo convirtió en un adverbio (sólo), pero con mente.
Frente
a mi grupo de supuestos británicos —yo soy toledano, que conste—, una decena de
eñes nos reprobaban el ostracismo que
sufrían en el lenguaje internacional e informático. Otras tantas admiraciones e interrogaciones de inicio nos abucheaban y nos recriminaban su
deseo de continuidad laboral en el idioma español, pues cierto es que se
rumoreaba sobre la propuesta para eliminar el uso de esos signos de inicio.
Dos
parejas formadas por «CH» y «LL», cogidas en cariñosa actitud, las vi
escabullirse entre la muchedumbre abandonando una pancarta en la que se leía: «¡NO DISCRIMINACIÓN
A LOS DÍGRAFOS! (También somos letras)»
Ya no
recuerdo más de aquella manifestación, pues una virgulilla se me introdujo en
un ojo y, casi a la par, una picuda antilambda, se me clavó entre ceja y ceja,
pero lo peor fue cuando vi caer sobre mí un enorme paréntesis, que hizo lo
propio en mi percepción de la realidad hasta este momento en que, tumbado en una
cama de hospital, intento averiguar las tribulaciones y demandas de aquellos
elementos que formaban el tumulto ante la RAE.
IsidroMoreno
Cuando el desorden y la violencia llega a las palabras todo está, irremediablemente, perdido...
ResponderEliminarSaludos,
J.