Descendí
los escalones del módulo y, bajo la luz de La Tierra, mi bota marcó la huella
en el polvoriento suelo jamás pisado por el Hombre. Luego, embargado por la
emoción y con toda la solemnidad que el momento requería, tomé el estandarte
reservado para la ocasión y postrado sobre mi rodilla, lo clavé en la playa y,
en nombre de Isabel y Fernando, bendije aquel nuevo mundo mientras mi escudero
me interrumpía con «que no son gigantes, mi señor, sino molinos».
Después,
nos calló una lluvia de guantazos y agua lanzada a mala leche intentando paliar nuestra épica borrachera.
IsidroMoreno
Relato finalista en concurso semanal del programa Wonderland de RNE 4. 06-oct-2018
(Versión en 100 palabras de mi relato: "El Efecto Etílico" -50 palabras)
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