Explicaba
como despejar la “x” de la fórmula mientras la escribía en la pizarra. Lo hacía de espaldas a ellos y en voz alta, suponiendo que si él hablaba, los alumnos no
lo harían.
Despejada
la fórmula algebraica, se volvió hacia
sus discípulos y vio que estaba solo, que la pizarra era el juguete de su nieta,
que estaba en la cocina de casa, que
aunque había sido su vocación frustrada,
él nunca fue profesor.
Quedó
asustado, pues desconocía si había sido un sueño, un vahído o los primeros
avisos de una temida demencia de cuyo nombre no podía acordarse.
IsidroMoreno
(Obra seleccionada y
publicada en antología del: I Certamen Internacional de microcuentos “En Homenaje
a Gabriel García Márquez” –Texto de 100 palabras-)
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