«Inés, quisiera verte para declararte mi amor hacia ti. El sábado
asistiré a la fiesta. Si no acudes, lo entenderé y prometo no volver a
molestarte. Juan».
Esa era la nota en sobre cerrado y perdido entre las páginas del viejo
libro.
Hoy la he leído por primera vez. Treinta años después de aquella fiesta,
el silencio del convento y mi espíritu de novicia no han podido reprimir un
desgarrado grito de pena por tan estúpida forma de haber desperdiciado el gran amor
de mi vida y, también, de arrepentimiento por mi venganza con vudú que acabaron
con su existencia.
IsidroMoreno
(Texto de 100 palabras)
(Texto seleccionado en III Concurso literario de microrrelatos por El Muro del Escritor. Publicado en antología: «Limpiando el desván» Julio-2018)
El arrepentimiento tardío no nos hace mejores personas...
ResponderEliminarSaludos
J.
De acuerdo que no nos hace mejores, pero cuando no lo hay, sí que somos peores personas.
EliminarMuchas gracias, José A., por leer y comentar